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El viaje extraño y cargado de tensión de «Men» comienza con Harper (Buckley), una mujer que acaba de enviudar y que decide alquilar una casa bastante grande en la campiña inglesa para alejarse del lugar de la trágica muerte de su marido (Paapa Essiedu). Esta muerte, y los momentos que la llevaron, se cierne sobre la película como un velo oscuro, mientras Jesse recuerda el último día de la vida de su esposo y se pregunta cómo salió todo tan mal.
Pero los malos recuerdos no son lo único que la preocupa una vez que llega a la casa, una casa de campo aparentemente idílica con un manzano afuera y habitación tras habitación con hermosos muebles antiguos. El propietario, Geoffrey (Rory Kinnear), parece lo suficientemente agradable, pero un solo paseo por el bosque cercano pone nervioso a Jessie, ya que su deambular se vuelve peligroso con la llegada de un hombre misterioso y distante en el camino. Cuanto menos se diga sobre lo que sucede a continuación, mejor, pero baste decir que el espeluznante primer encuentro de Harper con los hombres en el campo que rodea la casa es solo el comienzo de un oscuro descenso a la locura que es en parte un thriller de allanamiento de morada, en parte terror popular y todo profundamente inquietante.
Como revelan los avances de la película, un ingrediente clave en este desconcertante cóctel de influencias e ideas es la decisión de Garland de elegir a Kinnear no solo como Geoffrey, sino como cada hombre Harper se encuentra en su viaje, desde el cantinero del pub local hasta el vicario de la iglesia y un niño pequeño con mala actitud. Es una floritura visual que se suma a la inquietud de toda la pieza, y se ve favorecida por el enfoque paciente e inquebrantable de Garland sobre el terror que sigue a Harper a lo largo de la película. Comienza con cosas muy simples, como la aparición repentina de una silueta que no estaba allí antes, o el parpadeo de las luces de movimiento fuera de la casa, o incluso vislumbres de figuras a través de las ventanas mientras se mudan a las tranquilas vacaciones de Harper. Al final de la película, Garland se involucra en algunas de las imágenes más gráficas de toda su carrera, pero adopta el mismo enfoque deliberado y lento para todo el asunto. Esta no es una película basada en saltos de miedo continuos y momentos inesperados. Se trata del horror que está justo frente a ti y, lo que es más importante, de cómo eliges enfrentarlo.
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